Un “bojeo” a la 9na. Bienal Nacional de Talla cubana
El Hombre, desde que apareció sobre la Tierra, quiso siempre “construir” otra realidad, semejante y paralela. Se valió entonces de lo más cercano para reproducirla: aquellos materiales que encontraba a su paso, y en ellos anidó, cual espejo, la vida. En aquel incipiente arte, tallando sobre diversas materias sus más íntimos instintos, fue dando forma a sus sueños.
En Cuba, desde hace ya casi tres lustros, ocupa un sitio alto el verbo tallar, donde se le rinde homenaje a este ejercicio humano, tan viejo como su historia, y al mismo tiempo se realiza un “bojeo” por el camino recorrido en las manos de los artesanos-artistas nuestros, quienes en el tiempo lo han dignificado, esculpiendo sus más caros anhelos y deseos creativos.
En la tarde de hoy en el Museo de Artes Decorativas, 17 entre D y E, se entregaron los lauros de la 9na. Bienal Nacional de Talla de la ACAA, y quedó inaugurada la muestra. Un jurado presidido por el escultor José Villa e integrado, además, por Katia Varela, Roberto de Jesús Fullana, José Duverger, Pedro Pulido y Toni Piñera, decidió entregar el Gran Premio de esta edición a: Raymundo González (La Habana) por su obra He aquí el hombre, quien también recibió otras distinciones de diversas instituciones cubanas. En la categoría de gran formato fueron galardonados: Yonny Matos (Baracoa), por Balanza Taina (1er. Premio), Vladimir Sánchez (Holguín) con Aquí estoy (2do.) y Rafael A. Santiesteban (Holguín) por Estado de transición (3ero.). Y en miniatura correspondieron los galardones en ese orden a: Orlando Santiesteban (La Habana) por Al que buen árbol se arrima; Adrián González (La Habana) con Crip-Tales, y a Javier Urgellés (La Habana) por Trabajo es igual a él. El Premio Florencio Galabert fue a manos de Jeseel Rodríguez (La Habana) por su pieza Tras el caos.
Puede ser un insecto o un pájaro, un hombre “tatuado” de conceptos en su piel, la enseña nacional que emerge de forma novedosa, un bosque encantado en miniatura, un concepto, situaciones muy criollas, una estilizada bailarina, un tótem, un instrumento musical... Nada se escapa de la imaginación y el ansia creadora de los artistas, para quienes todo es posible de trabajar sobre los disímiles materiales que sirven de apoyo/superficie para inventar la vida en otra dimensión. Este conjunto de piezas que ocupan hoy posiciones en las salas del Museo de Artes Decorativas, que desde hace algunos años es la “catedral” de este encuentro, vuelve a acoger el envío de la 9na. Bienal Nacional de Talla, auspiciado por la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), en coordinación con el CNAP, la UNEAC, y la institución anfitriona. En esta edición se dedica al amigo Rafael Queneditt, inspirador/propulsor del evento, que es necesario saludar/apoyar, porque en estos años ha contribuido a expandir y desarrollar una zona del arte visual cubano que en los últimos tiempos palidecía, y caía cada vez más en el olvido, sobre todo por el desinterés de muchos que veían la talla, ya sea en madera, metal, mármol..., como algo menor en el quehacer de las artes plásticas.
Una mirada a la muestra expositiva de esta Bienal deja ver que el arte está vivo, aunque el realismo anida en buen número de piezas. Se respira allí un aire de buen gusto y virtuosismo técnico, aparecen nuevos materiales, pero se necesitan ”vientos” de mayor originalidad, en un grupo de piezas, para colocar la talla en el siglo XXI. Hacia diversas vertientes se abre el horizonte temático, y aunque la figura humana se mantiene como tema fundamental, es diferente en cada artista. De forma general, los creadores —aunque siguen faltando nombres importantes que laboran en este campo y deben incorporarse con más fuerza en las próximas ediciones— se apropian de temáticas cotidianas y de símbolos universales que se traducen “a lo cubano” para comunicar sus ideas talladas y reflexionar sobre el entorno con una conciencia ecologista y humana.
En otros casos se representa el universo artificial que caracteriza a este tiempo: variados objetos, las máquinas, y todo un mundo imaginativo. Porque la escultura actual no pretende suplantar la realidad sino instituirse a sí misma en una nueva realidad; a veces, el valor gestual en las figuras se elimina o se reduce a la mínima expresión, se eluden los detalles y se atiende a los valores antropológicos más que sicológicos. Esta metamorfosis, trae como resultado productos estéticos que se convierten en objetos escultóricos que llevan a nuestros ojos a fijarse en los bordes, y no en el interior, a reclamar la atención en el espacio circundante.
Transformadas por la mano del creador en símbolos, son como insinuaciones ante las cuales nuestra vista y nuestro cerebro deben responder completando los significados de las muy diversas interpretaciones que anidan sobre los trabajos de esta Bienal que estará abierta al público hasta finales del próximo mes.
Texto: Toni Piñera
Fuente: Caribbeannewsdigital