Se escucha, La voz del castrato, en Ciego de Ávila

Se escucha, La voz del castrato, en Ciego de Ávila

  • La cerámica de Roberto Ávila logra el equilibrio perfecto entre forma y contenido. Fotos: Vasily
    La cerámica de Roberto Ávila logra el equilibrio perfecto entre forma y contenido. Fotos: Vasily

La expo personal de Roberto Ávila es un viaje a lo mejor de la actual cerámica artística avileña

La galería Nexos de la Casa del Joven Creador sigue siendo el receptáculo idóneo para lo mejor del arte visual en Ciego de Ávila. En este momento, si pasas por allí, serás testigo de una veintena de obras de Roberto Ávila Hernández en su mejor estilo de cerámica artística.

Graduado de medicina, Roberto Ávila (Ciego de Ávila, 1963) es miembro de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), de la Fundación Caguayo y, ahora, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

También podrás escuchar la voz enérgica y aguda de un castrato que pretende materializar su universo creativo a través del barro y sus propias voces.

Roberto Ávila está habituado a no descansar, y es común verlo comprometido con la autosuperación. Su obra toda, si es que existe el calificativo en un artista que crea todos los días, está colmada de seres hermosos y multiformes tomados de la realidad, pero reinterpretados con matices y formas que escapan de todo realismo. El barro se sale de las formas, y estas del barro, en una amalgama de planos y líneas, luces y sombras.

En sus obras, encontramos al campesino, la escalera, la mujer obesa, perros y toros; también están presentes los muebles de la casa y las formas del paisaje. La cerámica adquiere, entonces, un equilibrio perfecto en cuanto a forma y contenido.

Así, se regodea en un discurso campechano, verosímil y fácil de entender, pues lo conforman imágenes oníricas y de pesadillas, además de las tomadas del día a día. Todo esto resulta del hervor subjetivo por el que está pasando el demiurgo.

\En comunión familiar, la obra se enriquece

No significa que Roberto sea un castrato de forma literal. Ha vivido como muchos de nosotros, poniéndole el dedo a la llaga y cubriendo las heridas con una gaza empapada en alcohol. Otras veces, ha cerrado los ojos al caer la cuchilla. ¿Quién no ha tenido que lacerar alguna parte de su vida para conseguir algo?

Sería bueno recordar que el castrato era aquel que necesitaba ponerle fin a algo, ya fuera su fertilidad, deseos sexuales y su líbido; o quien esperaba mantener intacto su desarrollo personal en algunas partes del cuerpo, como las cuerdas vocales.

También hay a quienes castran y no de manera práctica, sino, metafórica.

www. musica antigua.comIntervención quirúrgica a un castrato, de 1666

Rodeado de sus piezas estilizadas de barro, metal y cemento, de su familia y los visitantes del pasado, Roberto no escapa de las crisis económicas y de la situación compleja en la que vivimos. No es un ente desentendido de lo social, y en cada pieza, por muy utilitaria que sea, se refleja su personalidad.

¿Busca este demiurgo solo la reinterpretación de la realidad y la castración de sus fantasmas personales? ¿Pretende, además, crear una obra bella y útil?

Soy de la opinión de que busca y encuentra respuestas desde el mismo instante en que reinterpreta las vivencias. Observa y moldea con sus manos la realidad que vive. Quizás no halle todas las réplicas, pero cuando desmenuza el barro o lo pone a cocer, está dándole rienda suelta a las frustraciones y angustias. Así consigue que esta obra sea bella y, al mismo tiempo, útil. No solo embellece el inmueble donde habitará, sino que también le agrega un concepto, una narratología que bien vale la pena descifrar.

No es tan importante si son jarrones, platos para adornar o servir la cena, búcaros o piezas ornamentales; porque todas cumplen el tácito fin de mejorar la existencia, de tratar de opacar lo nefasto de la cotidianidad, desde lo utilitario.

No has de sentarte en casa ante una obra de Roberto Ávila, en simple situación contemplativa. Siempre habrá algo en su diseño, en su imaginería que invite a pensar, y cuando pensamos, recordamos; y entonces comparamos, y al comparar, nos vamos dando cuenta de que la realidad es más cruda de lo que pensábamos, pero perfectible.

Todas lo salvan de morir en la hoguera del infortunio y, al mismo tiempo, nos salvan.

Roberto se regodea en un discurso campechano, verosímil y fácil de entender, pues lo conforman imágenes oníricas y de pesadillas

Con esa voz de castrato, el ceramista dice que toda mutilación tiene un sentido. Y depende de quien la busca y para qué, su calificativo. Pero en esta audición, queda claro que el fin es pura nobleza, porque al cercenar, consuela. Y donde dice “hasta aquí”, como el corte de una guadaña, luego le agrega “y para allá”, abriendo horizontes creativos que todavía tienen mucho que decir y soñar.

La voz del castrato seguirá escuchándose en Ciego de Ávila mientras las manos de Roberto Ávila moldeen el barro.

Por: Vasily M. P. | Periódico Invasor

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